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Finlandia siÂ, pero con respeto mejor by Antonio Diaz 2007-11-19 09:21:19 |
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Tras los terribles hechos sucedidos en el instituto de Tuusula, mi primera reacción, como supongo que sucedió con la mayoría, fue de rabia e impotencia. Quería escribir algo lleno de furia ante lo que difícilmente puede ser explicable. Pero conociendo mi temperamento latino y de sangre caliente, decidí esperar unos días antes de enviar este texto. Tras la matanza, llegaron en los medios de comunicación, blogs y demás arenas de debate los inevitables comentarios e intentos de analizar y dar una explicación a la situación. Está claro que locos hay en todas partes, y está claro que cualquier perturbado puede sacar un arma y emprenderla a tiros no solo en las calles de Helsinki, pero también de Madrid, de Berlín o de cualquier otro lugar del planeta.
Una frase muy socorrida estos días es “esto se venía venir”. Desgraciadamente, aunque suene a tópico, yo me uno al grupo de los no tan sorprendidos por lo sucedido. Supongo que después de más de 4 años y medio viviendo en Finlandia, tengo un conocimiento suficiente para verter mi opinión sobre lo sucedido, ya sea considerara constructiva o destructiva. Por supuesto que al generalizar se obvia muchos casos individuales que nada tienen que ver con lo que relate aquí, pero dado que no he tenido el placer de conocer uno por uno a los cinco millones de habitantes finlandeses, el artículo tendrá que tener unas connotaciones generales.
Con muchos amigos y conocidos he tenido la misma conversación sobre Finlandia en meses pasados, y siempre el tema gira en torno al mismo tópico: “Algo hay que no marcha bien en la sociedad finlandesa”. Cierto es que ningún lugar es perfecto y que todo el mundo acarrea problemas, pero algo huele demasiado a pútrido cuando se empieza a excarvar un poco en las intimidades de la gente del país: depresiones, divorcios, alcoholismo, infidelidades, internamientos en centros psiquiátricos, falta de comunicación… son características que están demasiado presentes en la sociedad finlandesa, y lo más alarmante es que casi todas son extapolables a la juventud. Las nuevas generaciones de finlandeses no han tenido una guerra o una crisis económica de por medio que les situe con los pies en el suelo. Viven en una realidad dominada por el nuevo modelo de teléfono Nokia y el abandono etílico de las noches de fin de semana, pero pocos saben del esfuerzo que supone trabajar y luchar duro cada día por llevar un mendrugo de pan a la mesa. Cualquier acontecimiento social, como festivales de música, viajes, vacaciones, etc, es tomado como una oportunidad para beber o relajar las reglas de comportamiento.
Y algunos de los periódicos finlandeses gratuitos de mayor tirada y aceptación se nutren de jóvenes lectores a base de vender una sociedad “made in MTV” donde la moda y el sexo es lo único que cuenta. En mi anterior etapa como editor de un periódico cultural, me apenaba ver nuestras copias arrinconadas sin nadie que se interesara mientras otras publicaciones cuyo éxito se basa casi exclusivamente en hacer una entrevista en profundida sobre las prácticas sexuales de algún joven anónimo tenía mucha más aceptación. Toda diversión, incluida el sexo, es positiva siempre que haya respeto hacia el otro, pero la imagen que los adolescentes finlandeses toman como modelo y copian es la de “usar y tirar”.
El “si te he visto no me acuerdo” de la mañana siguiente sustituye al respeto más elemental, de igual manera que el mensaje de texto por teléfono móvil sustituye a la más liviana conversación frente a una taza de café. Respeto es a mi entender la clave para que la sociedad finlandesa recupere su equilibrio. Los finlandeses caminan en la peligrosa y estrecha franja que separa la humildad y el orgullo extremo. No es norma finlandesa alabar las virtudes propias, pero si lo es el empequeñecer las ajenas. Y eso afecta en la integración y el respeto por los extranjeros. Cuando camino por aeropuertos internacionales de otros paises no tan lejanos geográficamente, como en Estocolmo o Copenhague, es normal ver a mucha gente de otras etnias perfectamente integrados, hablando en danés, sueco, inglés, etc mientras atienden al cliente.
Pero en Finlandia la gente sigue por norma general sorprendiéndose si un extranjero es capaz de decir más de 3 palabras seguidas en finlandés. El extranjero es asimilado inmediatamente como turista o estudiante de intercambio por corto periodo temporal, no como otro habitante del país al mismo nivel. Por el contrario, cualquier mérito conseguido fuera de las fronteras finlandesas no es comparable a lo que ellos adquieran en tierra patria. Durante mis estudios en la Universidad de Tampere, debo haber repetido unas 20 veces a compañeros y profesores que yo ya poseo un primer Master´s Degree en Madrid. Para ellos, siempre será inferior a un Master´s Degree finlandés. Recuerdo el propio ejemplo dado por Thanos, uno de los editores de Ovimagazine, cuando recordaba como al explicar que había conseguido uno de los premios internacionales de publicidad más prestigiosos, su interlocutor finlandés añadía “¿…pero no tienes ningún premio finlandés?”.
Dice la vieja máxima que el respeto hacia los demás empieza por el respeto a uno mismo. Tal vez la sociedad finlandesa necesita un poco más de amor vertido hacia sí mismos para amar también al prójimo como eficaz remedio contra antidepresivos, racismo, discriminación, incomunicación y algún que otro tristísimo tiroteo mortal.
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